Soltó un saludo muy escueto, pero una risa morbosa.
Era tan pervertido que no me quito la mirada de las piernas, inclusive las toco sutilmente.
Cuando dijimos adiós, el me dio un beso en la mejilla y un lenguétazo en la oreja.
Por primera vez a mis 20 años nunca alguien me hizo que mojara mis pantaletas ni siquiera lo planee, su actitud hacia mi era diferente cada vez.Gladys
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